martes, 17 de agosto de 2010

La partida del buen Simón Korach

Lunes 26 de Julio. El escenario vacío prontamente desarmado, el piso del Auditorio del Goethe-Institut hermosamente maltratado, el espacio lleno de polvo. Aún se siente la energía del último día concentrada sobre el desnudo parquet, marcado por el maskintape que usamos aquella vez para montar el escenario. Parece una cancha de tenis rodeada de sillas a las cuales voy sacando una por una cada etiqueta. Imagino las emociones de cada persona que se sentó sobre ellas. Aún recuerdo las caras de algunos, las lágrimas de otros, los aplausos, los agradecimientos, las felicitaciones de la gente al salir... ¡Cuanta gente estuvo aquí! Incluso en el pasillo que conduce a los camerinos aún siento sus presencias.

Abro el camerino de mujeres y me recibe el perfume de Karina y el olor a cigarro que Agnes solía fumar en cada acto. Aun veo a Els sentada de perfil, concentrada frente a sus joyas y su inmenso collar y también a Helle sentada al costado de su maleta, esperando su momento para hacer su entrada a escena. Aún veo a Andrea y a Alicia sufriendo para cambiar a Adrián.

Abro el camerino de hombres y lo primero que percibo es el olor del Pisco y de la hoja de coca, señal de que Lucho Ramírez estuvo allí brindando con Simón Korach, con Peter, con Franzeck. Encuentro una nota de Franzeck jurando no volver a tomar y me parece ver a Marcello al fondo del camerino listo para entrar al escenario. La cama vacía siente la ausencia de Joaquín que se pasaba el segundo acto dibujando luego de que Peter se mataba y quedaba el Fumacaca soportando el frío de la camilla.

Llevo las cosas que quedan del camerino de mujeres al camerino de hombres ya que me pidieron desalojar por lo menos un camerino. La peluca de Agnes se cae de su cabecera y no aguanto la risa. Me quedé con las ganas de tomarle una foto junto al Fumacaca, mientras fui a devolver la camilla vinieron por él. Antes de dejar el camerino vacío, lo revisé por última vez y lo cerré conmovido aún por el aroma y el recuerdo de las lágrimas de Karina. Algo se quedaba después de todo.

Martes 27 de julio. Finalmente, tomó dos días desmontar todo. Cuando terminé de cargar lo que faltaba en el camión, entré por última vez al camerino de hombres para asegurarme de que estaba vacío. La señorita fue la última en salir. Me esperaba sobre su cabecera, mirándome, con esa seductora cabellera que me impresionó la primera vez que la vi transformando a Karina en Agnes. Parecía que me decía: -¿Nos vamos? -Sí, ya nos vamos. -¿Todo terminó? -La vida continúa, Agnes.

Mientras salíamos hacia el hall aún veía a Andrea ensayando con Adrián, Carolina alistando el tablero para el siguiente día sobre las mesas que ya las habían retirado y Ramón apareciendo de improviso para salvarme la vida cuando alguien llegaba a boletería como invitado y no estaba anotado y las chicas estaban resolviendo cosas en otro lugar. Todavía recuerdo la manera como a veces Franzeck nos asustaba cuando asomaba la cara afuera para ver si habían apagado la luz del hall o el pique que se mandaba Joaquín para que no vieran que el muerto se hallaba de parranda.


Oigan es todo un feeling estar afuera. Los actores cumplen con su papel, parten en medio de la celebración y los aplausos de la última función, pero no me imagino que sentirían si fueran testigos de cómo las cosas se van retirando de la escena, de la sala que los acogió y donde dejaron sangre, sudor, emociones y lágrimas. Tampoco me imagino que sentirá Jorge cuando dejo las cosas en su casa, con todo el feeling que le debe quedar como director luego de haber estado día y noche trabajando con sus actores.

Aún tengo como una foto en la memoria la cara que puso el día que abrimos los maletines para desempolvar el vestuario para las reposiciones de "La noche árabe" y "Las neurosis sexuales de nuestros padres", como también tengo en la memoria la cara de Marcello cuando fuimos a rescatar la escenografía de Maguey y encontró el eje de la carretilla junto con todos los pedazos de ella, que según me cuentan, es símbolo de Opalo, de Lizandro y Anselmo caminando juntos en este viaje digno de hacer buen teatro.

27 jul 10

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